Eduard Genís Sol, enero del 2020.
Ambas funciones derivan de la naturaleza y de la composición del líquido sanguíneo y, para poderlas llevar a cabo adecuadamente, la sangre debe circular con normalidad dentro de los vasos (脉, Mài), ya que, en el transcurso de esta circulación, la sangre riega, en el interior, las cinco vísceras (五脏, Wǔ zàng) y las seis entrañas (六腑, Liù fǔ) y, en el exterior, la piel (皮, Pí) y las carnes (肉, Ròu), los tendones, los ligamentos y la musculatura estriada (筋, Jīn), los huesos (骨, Gǔ) y las articulaciones (关节, Guān jié).
Así, la sangre circula continuamente y aporta las sustancias nutritivas necesarias para cada órgano y para cada tejido del organismo. Ello permite no tan sólo construir y nutrir el organismo, sino también enriquecerlo y humedecerlo, razón que hace de la sangre un líquido precioso, un elemento básico e indispensable para mantener la actividad vital. Este concepto esencial queda consignado en libros tan remotos como el Clásico de las dificultades (难经, Nán jīng), que en su dificultad vigésima primera (第二十一难, Dì èr shí yī nán) expresa que la sangre es la encargada de humedecer.
Todas las partes del organismo, tanto los órganos internos (内脏, Nèi zàng), como los cinco cargos (五官, Wǔ guān) -los cinco órganos sensoriales-, los nueve orificios (九窍, Jiǔ qiào) -los dos ojos, las dos orejas, las dos fosas nasales, la boca y bien los dos yīn inferiores (uretra y ano), bien la lengua y la garganta-, las cuatro extremidades (四肢, Sì zhī) y los cien huesos (百骸, Bǎi hái) -el esqueleto- aprovechan las acciones constructivas, nutritivas, enriquecedoras y humectantes de la sangre. Gracias a ello la nariz (鼻, Bí) puede oler (嗅, Xiù), los ojos (眼, Yǎn) pueden ver (视, Shì), las orejas (耳, Ěr) pueden oir (听, Tīng), la garganta (喉, Hóu) puede emitir sonidos (发音, Fā yīn) y las manos (手, Shǒu) pueden asir (抢, Qiǎng). Es por ello que el décimo capítulo del Preguntas elementales, el Tratado de la generación de las cinco vísceras (素问.五藏生成论篇第十, Sù wèn. Wǔ cáng shēng chéng lùn piān dì shí) dice que cuando el hígado recibe sangre, podemos ver; si la sangre llega a los pies, podemos andar; si llega a las palmas de las manos, podemos agarrar; si llega a los dedos de las manos, podemos asir. También es por ello que el cuadragésimo séptimo capítulo del Eje espiritual, las vísceras (灵枢.本藏第四十七, Líng shū. Běn cáng dì sì shí qī) dice que si la sangre está en armonía, los tendones, ligamentos y musculatura estriada, junto con los huesos, son fuertes y resistentes, y las articulaciones, flexibles.
Estas funciones se reflejan igualmente en la coloración del rostro, en los músculos, en la piel, en los pelos y en los cabellos. La sangre es lo que da el color rosado y brillante a la cara, lo que produce músculos robustos y sólidos y lo que se refleja en una piel y unos cabellos lustrosos. De hecho, el debilitamiento de la función constructivo-nutritiva y enriquecedora-humectante de la sangre se traduce no tan sólo en una ralentización de la actividad funcional de las vísceras (脏, Zàng) y las entrañas (腑, Fǔ), sino también en una serie de manifestaciones clínicas tales como, por ejemplo, una tez pálida o amarillenta y seca, sequedad de la piel, entumecimiento y rigidez de los miembros y una falta de agilidad de los movimientos.