Eduard Genís Sol, agosto del 2017.
凡大医治病,必当安神定志,无欲无求,先发大慈恻隐之心。誓愿普救含灵之苦。
Siempre que un médico distinguido trate una enfermedad, debe calmar su espíritu y disponer su voluntad, debe estar libre de apetencias y de deseos y, en primer lugar, debe abrir un corazón lleno de gran compasión y empatía. Se tiene que comprometer a dedicarse por completo a aliviar el sufrimiento de todos los seres sensibles.
-Sūn Sī Miǎo, Prescripciones esenciales para cada emergencia que valen mil piezas de oro (备急千金要方, Bèi jí qiān jīn yào fāng)-.
Yǎng (养) equivale a ‘nutrir’, ‘cultivar’ y shēng (生), a ‘producir’, ‘generar’. El término compuesto yǎng shēng (养生) significa ‘salud’, ‘cultivar la vida’, ‘nutrir la vida’.
Sūn Sī Miǎo (孙思邈), el famoso médico/ermitaño de la dinastía Táng (唐), escribió hace unos mil cuatrocientos años abundante material referente a la salud y al cultivo de la vida en su Prescripciones esenciales para cada emergencia que valen mil piezas de oro (备急千金要方, Bèi jí qiān jīn yào fāng) donde, además de fórmulas y prescripciones, de instrucciones sobre acupuntura y moxibustión, de rituales exorcistas, de cantos y otras prácticas religiosas y de remedios ‘mágicos’, el texto se adentra en temas ginecológicos, pediátricos y orientaciones para nutrir la vida. Todo ello expuesto de forma bastante diferente a la de los libros clásicos médicos anteriores y, evidentemente, muchísimo más que en la actual medicina ‘tradicional’ china, la marca blanca contemporánea de la medicina china que, en nombre del materialismo dialéctico, ha suspendido toda la conexión macrocósmica original de este arte.
En la historia temprana de la medicina china, la noción de salud y longevidad, lograda y mantenida a través del cuidado personal, de las prácticas individuales de promover la salud y de prolongar la vida mediante el cultivo del cuerpo, que en la China clásica siempre incluía la mente y el espíritu, era el propósito general. El concepto de “nutrir la vida” incluía prácticas como la dietética, la alquimia, un estilo de vida solitario, el cultivo del Qì (气功, Qì gōng), el cultivo sexual y la meditación. Integrando el sentido de ‘vida’ a un contexto social, moral y cosmológico, Sūn Sī Miǎo amplió este conjunto de prácticas individuales, hasta aquel entonces centrado en la mejora y prolongación de la vida, a la esfera familiar, a la sociedad y al macrocosmos en general. Desde este punto de vista, el médico no sólo se dedica al tratamiento individual de cuerpos aislados, sino al de toda la línea familiar y, por extensión, al estado y a la sociedad y, en última instancia, incluso al universo en general. Esta conexión macrocósmica no era ajena a los primeros pensadores, impregnados como estaban de todo lo que hacía referencia a las correlaciones sistemáticas y a los vínculos omnipresentes entre el macrocosmos y un número ilimitado de microcosmos, todo ello en base a la transformación del Qì en los ciclos incesantes de las cinco fases (五行, Wǔ xíng) y del yin/yáng (阴阳). Al integrar esta cosmología con los ideales éticos del confucianismo y del budismo en términos de cultivo espiritual, personal y social, Sūn Sī Miǎo defendió de manera convincente el papel del médico más allá del artesano encargado de aliviar el sufrimiento ajeno tratando síntomas con arreglos instantáneos, abriendo con ello un camino para el desarrollo de los «médicos-eruditos» (儒医, Rú yī), miembros de una clase letrada que eligió la medicina como una alternativa profesional al servicio gubernamental durante los siglos posteriores. De hecho, Sūn Sī Miǎo ya era famoso de joven por su penetrante comprensión de la filosofía, la religión, la literatura y la cosmología; tenía amigos y seguidores ilustres entre la alta sociedad de su tiempo y fue repetidamente requerido para integrarse en la corte como consejero, peticiones que declinó sistemáticamente por considerar que el gobierno de la época era inmoral. La situación cambió con el advenimiento de la dinastía Táng (唐), en el 618 de nuestra era, cuando finalmente aceptó el cargo y, tras dedicar más de 56 años como consejero de los emperadores Táng, en el año 674 de nuestra era se retiró a las montañas para vivir la última parte de su vida como un asceta y en búsqueda de la longevidad.
Sūn Sī Miǎo consideraba que un médico debía poseer una serie de requisitos éticos en su práctica diaria, tales como una actitud de serenidad y de concentración, una apariencia digna, tratar a todos los pacientes de igual manera sin diferenciar por el género, el estatus, la naturaleza de la enfermedad o las recompensas potenciales, y vivir una vida pura de devoción extrema dedicada a aliviar el sufrimiento de su prójimo sin importar el malestar físico propio y, al mismo tiempo, abstenerse de lujos y de criticar a sus colegas médicos. Asimismo, advertía de los perjuicios de la pereza intelectual, de la ignorancia, de la falta de principios morales y de la avaricia en la práctica médica.