Manfred Porkert

Eduard Genís Sol, agosto del 2018

La transcripción terminológica de la medicina china a occidente ha seguido, en general, dos tendencias opuestas: la traducción connotativa y, últimamente, la traducción denotativa. La primera privilegia la lengua de recepción con términos y conceptos que faciliten la comprensión de las expresiones traducidas; de esta manera, se asegura que el lector no entre en una fase de confusión cultural profunda, se rinda  y deje de leer el texto. La segunda, le da todo el protagonismo a la lengua emisora y traduce la literalidad de cada palabra o carácter; esperando del lector una inmersión profunda -previa o posterior- en la cultura de origen, un buceo que le posibilite una comprensión global del término en su contexto.

La medicina china dispone de su propia terminología, y aunque ésta haya sido despreciada y obviada en occidente durante buena parte del siglo XX, hay que tener en cuenta que un diccionario terminológico de medicina china -en China- dispone de unas 30.000 entradas, cada una de ellas con una precisión semántica exquisita. Contrariamente, occidente ha querido partir con frecuencia desde la posición de una supuesta superioridad cultural que lo ha llevado a desconsiderar aquello que estaba hecho con la cocción al fuego lento de los siglos y que era una realidad sólo pendiente de una traducción fiel para, en cambio, reconducirlo a un lenguaje cómodo, ameno, seudocientífico o paracientífico,…y banal.

Una ciencia como la medicina china surge desde una determinada cultura, razonamiento y terminología completamente distintos a los modelos occidentales que nos son familiares. Si queremos entenderla en su globalidad y en sus intenciones, no queda otra que sumergirnos en la narración original y aprender a razonar con sus propios silogismos y con sus propias imágenes y metáforas; y ello, naturalmente, incluye el léxico. Si se diluyera la cultura de origen, se obviara el razonamiento y se tergiversara la forma de expresión, ¿qué quedaría?

Quedarían manuales de medicina china de sobremesa vacíos del contenido original, manuales que han abundado en la vieja Europa, que han representado una impostura cultural y que han imposibilitado el acceso al conocimiento de la materia y al razonamiento adicional que la misma lleva implícito. Y hay que tener en cuenta que este razonamiento tiene un léxico que hay que incorporar desde el primer instante en que iniciemos el estudio de la medicina china, ya que es el hilo conductor que interconecta las diferentes partes de la misma y el que le proporciona homogeneidad, fluidez y sentido.

Hasta que, a finales de siglo XX, Nigel Wiseman y Fēng Yè no emplearon diez años de constancia y perseverancia para escribir su A Practical English Dictionary of Chinese Medicine (实用英文中医辞典, Shí yòng yīng wén zhōng yī cí diǎn) en Táiwān, la aproximación terminológica de la medicina china a occidente era el paradigma de la confusión. Este diccionario terminológico de Wiseman, que despliega una traducción denotativa en cada una de sus entradas, marcó un antes y un después en la comprensión y en la traducción de la medicina china en occidente, ya que homogenizó el trato terminológico de la práctica totalidad de los libros de esta ciencia empírica publicados en lengua inglesa en los últimos veinte años.

Así, por ejemplo y en una muestra de inteligencia colectiva, hoy en día todas las publicaciones de medicina china en Estados Unidos utilizan la terminología de Wiseman, ya que han entendido que esta coyuntura genera precisión y homogeneidad al relato, tanto entre los diferentes autores, como entre las diferentes esferas que configuran la constelación de materias que integran la medicina china. Y esta identidad relatística es fundamental, ya que facilita la cohesión entre dichos conocimientos y, con ello, la fluidez en su comprensión.

 

Como ejemplo de un pasado reciente para olvidar, si nos remontamos a los inicios de la segunda mitad del pasado siglo, encontramos un autor europeo respetado, admirado y de autoridad consolidada en el campo de la ‘inescrutable’ medicina oriental; un paradigma de contribución a la «recepción creativa» de la medicina china en occidente. Este sinólogo, nacido en la antigua Checoslovaquia, doctorado en la Sorbona y profesor de la Ludwig-Maximilians-Universität, de Munich, era Manfred Porkert, cuyos textos más relevantes en el terreno de la medicina china fueron los siguientes:

– The Theoretical Foundations of Chinese Medicine: Systems of Correspondence.

– The essentials of Chinese diagnostics.

– Klinische Chinesische Pharmakologie.

– Systematische Akupunktur.

– Chinese Medical Diagnostics: The Comprehensive Textbook.

 

La ‘aportación‘ de Porkert para facilitar la comprensión de la medicina china no se realizó ni a partir de traducciones connotativas ni de traducciones denotativas, sino todo lo contrario: desde la ‘latinización’ y la ‘helenización’ de sus términos. Su contribución llegó justo al comienzo del interés occidental en este arte de curación -previamente semidesconocido- y a partir de la circunstancia de que Porkert hubiera estudiado con algunos de los eruditos más famosos de la cultura china en París; el detalle es que Manfred se olvidó de informarse suficientemente sobre la historia de la medicina china. Su entusiasmo lo condujo rápidamente a determinadas afirmaciones sobre la singularidad de la misma que no pueden ser corroboradas; o que, en el mejor de los casos, sólo son marginalmente amparadas por los hechos históricos. Para expresar mejor su convicción de que la terminología médica china era al menos tan precisa como la terminología técnica de la medicina occidental (convicción que también compartimos), Porkert se desató con una exhibición de ‘latinazgos’ y tradujo los términos médicos chinos clásicos… con los términos supuestamente correspondientes del latín y del griego antiguo (!). Unos pocos ejemplos serán suficientes para ilustrar los efectos de su aventura: para «puntos de acupuntura»,  xué (穴) -literalmente «cuevas», «agujeros»-, utilizó forámina; a las vísceras, zàng (脏), las tradujo como «círculo funcional» y les dio el término latino orbis. El término zàng xiàng (脏象), «las manifestaciones de las vísceras», se convirtió en «orbisiconografía»; el perverso, xié Qì (邪气), en ch’i heteropathicum, y el correcto, zhèng Qì (正气), en ch’i orthopathicum.

Es decir, para evitar que el lector se encontrase con un universo terminológico aparentemente impenetrable, lo condujo a otro todavía más incomprensible y distante de una realidad que, paradójicamente, es bastante simple en su concepción original. Así, las expresiones coloquiales de los médicos chinos y las imágenes que transmiten, que son importantes para comprender la relación de la medicina china antigua con su contexto político e institucional, desaparecieron y fueron sustituidos por  una terminología altamente abstracta. Con ella, Porkert contribuyó significativamente al alejamiento de la medicina china -en su traducción occidental- de su contexto cultural original. Lo peor fue el tiempo que hizo perder a los que creyeron en él.

Hoy en día, la situación terminológica de la medicina china en nuestro país continúa siendo víctima de barbaridades parecidas, esta vez debidas a un uso indiscriminado de vocablos naturopáticos y seudocientíficos que lo embarran todo y que frenan la comprensión de la ciencia que nos ocupa.

¿Cómo hacerlo para elegir libros consistentes de medicina china? En nuestro caso, cuando queremos comprarlos, lo primero que miramos es la temática y el contenido; si éste nos parece interesante, a continuación nos fijamos en la terminología y, si en ella aparecen términos como “energía”, “diagnóstico diferencial”, “diferenciación de síndromes” o de la misma índole terminológica inadecuada, lo devolvemos amablemente.

Seguimos con nuestra recomendación-mantra, háganme caso: adquieran el A Practical English Dictionary of Chinese Medicine (实用英文中医辞典, Shí yòng yīng wén zhōng yī cí diǎn), de Nigel Wiseman y Fēng Yè. Cuando lo ojeen por primera vez, les ubicará en su actual estado de comprensión de la medicina china; cuantos más términos desconozcan, más camino les queda por recorrer (y un buen trecho del atajo emprendido para olvidar)…, y nuestra enhorabuena más calurosa, si se da el caso de conocerlos todos.

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